¿Queremos seguir siendo
“Supermamás” o preferimos dar el paso para convertirnos en “mamás felices”?
El alto grado de exigencia al que está sometida la mujer de hoy en día es
un tópico sobre el que se han escrito multitud de artículos y el concepto
de “Superwoman” aparece en los títulos de varias publicaciones. La
“Superwoman” es aquella mujer que lucha por brillar en todos los
ámbitos de su vida -laboral, familiar, social- sacrificando, en muchas
ocasiones, sus intereses reales por satisfacer las expectativas y necesidades
de los demás: jefes, pareja, padres…Si a esa “Superwoman” le sumamos el factor
hijo (o hijos), nos encontraríamos con una indiscutible “Supermamá”.
Ser una “Supermamá” puede llegar a aportar muchos beneficios a la mujer ya que, de su
esfuerzo por conseguir lo mejor en sus tareas familiares y, en muchos casos,
laborales; puede llegar a obtener la aprobación y la apreciación de los demás.
El problema viene cuando el precio que se paga por conseguir ese refuerzo social
es demasiado alto y la mujer deja a un lado sus propias necesidades, ilusiones
e intereses por centrarse en exceso en las de los demás. Pensar que el aprecio
y el cariño de los otros está ligado a cumplir a la perfección con esas
obligaciones familiares (muchas veces autoimpuestas), nos puede conducir a
sufrir estrés, ansiedad e incluso en algunos casos, depresión.
Mi pregunta es:
¿Queremos seguir siendo “Supermamás” o preferimos dar el paso para convertirnos
en “mamás felices”? ¿Dónde podemos establecer los límites para lograr un
equilibrio entre lo que queremos para nosotras mismas y nuestras obligaciones
como madres?
Te propongo que des los primeros pasos para colgar el traje de “Supermamá”
en el armario:
- Escribe la
lista de aquellas tareas domésticas o relacionadas con tus hijos que
podrías dejar de hacer por no ser esenciales a lo largo de la
semana. Quizá no sea prioritario para ti tener la casa perfectamente
recogida todos los días o puedas de vez en cuando recurrir a alternativas
a la comida casera que tanto tiempo te lleva preparar.
- Aprende a
delegar. Añade a tu lista anterior aquellas tareas que otras personas podrían
realizar por ti. Tu pareja, otros familiares o incluso tus propios hijos
pueden aprender a realizarlas. Quizá al principio no las hagan igual de
bien que tu (o eso es lo que piensas) pero si te implicas en enseñarles a
hacerlas, a medio plazo te liberará de tiempo. ¡Confía en ellos!
- Piensa en
distintas maneras de distribuir las tareas que consideras
imprescindibles. Quizá si las haces en otro momento del día o de
una manera diferente a la habitual, podrías ahorrar tiempo.
- Una vez
finalizado el trabajo previo, analiza cómo quedaría tu calendario
semanal y de cuánto tiempo podrías disponer para realizar otras
actividades.
- A
continuación, haz un listado de todas aquellas cosas que te gustaría
emprender y que no estabas haciendo hasta el momento por falta de
tiempo.
- Del listado anterior, selecciona aquellas que te gustaría poner en marcha y márcatelo como objetivo indicando qué pasos tienes que seguir para emprenderlo y cuándo empezarás.
El no prestar atención a nuestras propias necesidades nos aleja del
bienestar. Cuanto mejor te sientas contigo misma, mejor compañía serás para los
demás.
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